Continuo con mi retiro de la actividad, pero mi mente sigue trabajando. Diría que, salvando las enormes distancias, soy una especie de Stephen Hawking meridional, una mente encerrada dentro de un cuerpo que no responde. Suponiendo que a mi intelecto le asigno un valor 10, el cerebro obtiene con esfuerzo un 7 y el cuerpo, motricidad, aplaza con un rotundo 2. Secuelas del ACV que a 34 meses no remiten. Como ya estoy aceptando que este escenario difícilmente cambie, pues comienzo a dejar fluir ideas, con mucho cuidado porque se puede recalentar la “CPU” y disparar la presión arterial.
No puedo comprometerme a una actividad formal y responsable (en tiempo y forma, con exigencia, sin entrar en “cortocircuito”: aumento de espasticidad además de lo antes mencionado), pero puedo hacer “un alguito” sin la presión del compromiso. Entonces y a raíz de la discapacidad (hemiplejía) estuve meditando desde la propia experiencia varios temas. De las horas de terapia y del contacto con compañeros, a) que las prótesis brindadas por PAMI parecen sacadas de un hospital militar de la Primera Guerra Mundial, atrasan y mucho; b) la vestimenta y calzado, apenas hay calzado con Velcro® para adultos y prendas especiales muy pocas. De esto último voy a intentar desarrollar algo y a largo plazo, bosquejos, sobre la base de vestimenta tradicional o antigüa, tomaré como referencia los judogi y prendas tradicionales japonesas y algunas americanas desde las de los Incas y Moches hasta los ponchos tan de estas pampas.
Se trata de un proyecto para mantener ocupada la mente con mucho cuidado de no exigirme, paso a paso, muy lento y de larguísimo plazo. Veré que deparan estas ideas y hasta dónde puedo llegar. Aún no asigno un nombre al proyecto. ¿“dClothes”? Quizás.